miércoles, 3 de junio de 2009

Antes y después.

Hace mucho, pero que mucho tiempo, una niña despertaba con el olor del ColaCao que le preparaba su madre cada mañana. Siempre hacia lo mismo, levantarse, correr por el pasillo, abrazar las piernas de su madre hasta donde le llegaba el cuerpo, sentir su mano como le acariciaba la cabeza y su vieja taza de plástico verde llena de ColaCao. Era como estar en una fortaleza de esas de los cuentos de hadas donde nada te puede pasar.

Pero un día despertó y notó algo extraño. Enseguida cerró los ojos con fuerza intentando oler la leche con ColaCao y no pudo. Algo había cambiado. Bajó de la cama corriendo. Busco sus zapatillas, su muñeco, su albornoz de flores y no encontró nada.

Corrió por el pasillo a toda prisa hasta la cocina, descalza y cuando llegó a la puerta se paró en seco. De repente, le entró miedo y la puerta se convirtió en la entrada del castillo de cualquiera de las brujas de los cuentos que leía. Se armó de valor y entró, pero no había nada. La cocina estaba vacía. Su taza verde había desaparecido. Lo que había ayer, ya no estaba hoy. Desconsolada se echó al suelo a llorar.
De repente, escuchó un ruido al final del pasillo, junto al baño. Se incorporó extrañada, secó sus ojos y empezó a caminar.

Al llegar a la puerta del baño y entrar, se llevó una gran sorpresa cuando se encontró con otra niña muy parecida a ella. Entonces, escuchó decir a la niña del baño: ”mamá, ¿dónde estabas?”. Asustada, la niña que venía de la cocina, se miró en el espejo y se dio cuenta que ya no era una niña, sino toda una mujer. Y mirándose fijamente en el espejo se preguntó: “si mamá, ¿dónde estás?”.



martes, 2 de junio de 2009

El hechizo de la música.

Estudiando en mi habitación, con la ventana a medio levantar, suena la música. El día es triste y apagado. Parece que las nubes fueran a llorar y yo, no tengo ganas de estudiar. De repente, suena una canción que me transforma. Por un momento se me olvida todo y me abstraigo hasta el punto de creerme dentro de ella y empiezo a soñar.

Siento como mi cuerpo se estremece y descontrola mi imaginación. No consigo poner orden en mi cabeza. De pronto, en un instante, es como si estuviera metida en un cuadro de Van Goch, donde las pinceladas son tan extrañas y tan confusas. Y yo, atrapada en medio de un campo de amapolas que se contonean al son de la música y me susurran al oído. Tumbada en el suelo, entre un millón de flores de colores, sólo se oye la música. ¡No quiero escuchar nada más! Es impresionante.

Al terminar, sorprendida de mi reacción, me doy cuenta que mi humor a cambiado y sonrío.

A veces me pregunto qué tendrá la música, qué tipo de magia oculta transmite que logra estimular de esta manera mis sentidos.Por este motivo entiendo a los ratones y habitantes de Hamelín. Yo hago lo mismo.

Si tuviera que analizar mi pasado, en todas las etapas de mi vida, siempre recuerdo a una persona y un lugar con una canción. Siempre con melancolía, con tristeza pero al mismo tiempo con mucha alegría por todo lo que me hace sentir. Y cuando escucho esas canciones, sonrió, sin poder evitarlo, recordando aquellos momentos.