domingo, 31 de mayo de 2009

Cosas que pasan a veces.

¿Casualidad ?

Me gusta esta palabra y lo que significa. Hoy por fin he conseguido levantarme a las 7:30h para ir a clase. La verdad es que se ha levantado primero mi estómago que yo y me ha dicho: “vamos, al baño ya”.

Después de ducharme, desayunar y lavarme el pelo me he ido a clase. El tema de lavarse el pelo para una chica es importante. Es uno de los aspectos por los cuales te sientes guapa. La melena suelta al viento, incluso te sientes limpia.

La cuestión es que estando en Milán no te puedes permitir el lujo de ir de cualquier manera. Yo procuro ir dentro de la media y el día que me lavo el pelo hasta me pongo mona.

Bueno a lo que voy. Una vez que ya me pongo en marcha y salgo a la calle, me doy cuenta que ha salido el sol después de no se cuantos días y empiezo el día con buen humor y con el pelo limpio. Comienzo a caminar y voy dirección al metro.

De mi casa al metro hay unos tres o cuatro semáforos, no sabría decirlo con exactitud, pero a partir de hoy los voy a contar, ahora lo entenderéis.

Yo soy un despiste de persona pero eso ya no se puede remediar. Perdí la oportunidad de conocer a uno de los chicos más guapos que he visto en mucho tiempo, en uno de los semáforos camino del metro. Una vez pasado el primer semáforo, obviamente llegó al siguiente. Esperando a que se pusiera en verde, me doy cuenta que a mi lado hay una especie de dios griego y yo sin las gafas puestas. Claro, no podía ponerme a buscarlas en el bolso, porque con lo torpe que soy seguro que se me cae algo y perdería todo el glamour.

La cuestión es que yo, toda mona, caminaba a su lado mirándolo por el rabillo del ojo, el cual, casi se me pone en el cogote. Para no quedarme ciega lo que hice fue quedarme detrás y poder observarlo con detenimiento.

Chico sencillo. Pantalón de pana marrón ancho, converse rojas, cazadora oscura y bufanda oscura. Pelo desgreñado entre rubio y castaño y una cara de niño malo que no se tenía con ella. Y con perdón, un culito increíble (para ver esto no me hacieron falta las gafas). Además, la situación se volvía cada vez más morbosa. Tenía pinta de ser extranjero y mi imaginación empezó a volar.

De repente se paró y fue él quien se quedó detrás. Al instante pensé ¿me estará mirando el trasero?....pero era imposible porque llevaba un abrigo por la rodilla y me relaje.

La cuestión es que en ese momento perdí la cuenta de los semáforos que habían pasado y me concentré en no tropezarme y seguir a su lado.

Llegados a la parada del metro, crucé los dedos para que viniera en al misma dirección que yo pero “cazzo” no fue así. Él bajó por un lado de las escaleras y yo por el otro. Cada uno en una dirección.

Entristecida por la situación, emergió de las cenizas un poco de desvergüenza y lo miré descaradamente. Ya no lo iba a ver más por lo tanto que más me daba, pero, cual fue mi sorpresa, cuando vi que él estaba haciendo lo mismo.

¡Dios, que emoción!. Había vuelto a los 15 años. Tenía un nudo en el estómago, me puse colorada, me entraron los calores…Ya no tenía nada que perder así que no deje de mirarlo ni un solo instante. Ahora nos separaba el andén y yo no dejaba de mirarlo, aun sin gafas. La cuestión es que él también me miraba.

En seguida llegó su metro. Y mi cara empezó a gesticular así “ :−( ” una y otra vez…

Subió al metro, con su pelo desgreñado y esa pinta que tanto me gusta y suspiré. Y seguí mirando. Y entonces fue él quien, me buscó a través del cristal de la ventana, me miró fijamente y me sonrió….

Quizás me lo vuelva ha encontrar, quizás no. Ya veremos que dice la casualidad. Pero me hechizó y me sentí todo el día como en una nube.

Esto es lo bueno que tiene viajar. La maravillosa casualidad de repente te alegra el día, aunque entre en juego mucho la imaginación.

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